lunes, 17 de abril de 2017

Ojos de carbón

Ligeia, uno de los numerosos relatos de terror y suspense del escritor estadounidense romántico Edgar Allan Poe, fue publicado por primera vez en una edición de la revista American Museum el 18 de septiembre del año 1838.
Este relato corto que está narrado por una voz en primera persona que se corresponde con el protagonista de la historia que, aunque no llega a revelarse su nombre, se sabe que es el marido de la difunta Ligeia, comienza con el narrador explicando que no recuerda el primer contacto que tuvo con su mujer y tratando también temas generalizados destacando su carácter enigmático, para pasar posteriormente a una amplia descripción de la persona de Ligeia, de la que afirma que sí recuerda perfectamente, su figura alta y delgada, ligera, y después se centra en la belleza de su rostro, parándose en cada uno de sus elementos: su piel pálida, la nariz aguileña y la boca, con una hermosa sonrisa; aunque lo realmente hipnotizante del rostro de Ligeia eran sus ojos -elemento muy trascendente para el desarrollo del relato-, hace una enorme descripción de los ojos de su amada destacando su tono oscuro, negro, y su gran tamaño, pero sobretodo habla de su expresión, lo que realmente le llevaba a mirar más allá de los ojos de Ligeia. Aparte de la prosopografía, el narrador habla también de la gran inteligencia de su amada, que nunca llegó a encontrar tal nivel en otra persona, destacando entre otras cosas su gran conocimiento de las lenguas clásicas y también su historia.
Tras la descripción de su esposa, el narrador prosigue haciendo un resumen del desarrollo de la enfermedad de Ligeia, cómo todas esas cualidades que daban brillo a su figura fueron apagándose paulatinamente y asimismo, apagándola a ella hasta el momento final de su vida, que él recuerda con una inmensa tristeza ya que se mantuvo a su lado hasta el último momento, rigiendo todas las peticiones que la enferma Ligeia le pedía, destacando la lectura de un poema que ella había escrito poco antes.
A partir de ese momento, el narrador se introduce en su segundo matrimonio, esta vez con Rowena Trevanion de Tremaine, una mujer de la cual se destacan sus ojos azules y su cabello rubio. Destaca también de su relación la total falta de amor y cariño en comparación al que sentía en su primer matrimonio, aunque este último tampoco fue demasiado longevo ya que al segundo mes de matrimonio, Rowena cayó también enferma, y tras varias recaídas, en un momento en el que la mujer está a punto de desmayarse tras sufrir ansiedad y estar febril, el narrador le sirve un vino que le habían recomendado los médicos; mas mientras ésta se lo bebe y él la observa, -afectado por el opio- distingue un "líquido brillante color rubí" derramándose sobre la copa, y tras este acto la mujer empeora notablemente hasta el punto de llegar a su destino inexorable: la muerte. De esta manera, es envuelta con mantos, preparada para ser enterrada, y se encontraba reposando en el lecho mientras su marido la observaba, aunque su pensamiento seguía concentrado en Ligeia. En este momento es cuando comienza el tono angustioso, la verdadera intriga de la historia, ya que el narrador afirma ver como diferentes partes del cuerpo de su difunta esposa cobran movimiento, o se ruboriza su piel, hasta que finalmente, sentado en frente al ya nombrado lecho, observa cómo el cuerpo inerte de su esposa sale del lecho y se levanta, caminando hacia él, mas cuando finalmente se encuentran en una ínfima distancia y el manto que cubría su cuerpo se disipa, no encuentra unos cabellos rubios ni unos ojos azules, sino el cabello oscuro y los negros, grandes y expresivos ojos de su amada, Ligeia.
Destacan en este maravilloso y logradísimo relato numerosos recursos estilísticos como metáforas, preguntas retóricas o comparaciones, pero lo realmente relevante es el uso de un vocabulario y sobre todo un tono oscuro, sombrío, con el que el lector logra empatizarse con la tristeza del narrador ante la muerte de su esposa, así como un aceleramiento del mismo tono en el final de la historia, aumentando la tensión y la intriga y teniendo como clímax final las exclamaciones del protagonista cuando reconoce a la mujer que realmente ama en el cuerpo que creía muerto. Poe hace también numerosas referencias a personajes de diferentes mitologías, destacando la egipcia y la griega, con figuras como Ashtophet o la isla de Delos, entre otras.
Este relato, aunque Poe cobrara en su momento unos míseros diez dólares, ha sido llevada al cine en dos ocasiones,  la primera en 1964 bajo el nombre de La Tumba de Ligeia, dirigida por Roger Corman; y la segunda, más reciente, en 2009 dirigida por Michael Staininger, bajo el nombre de Ligeia.