jueves, 22 de junio de 2017

rima XIV

 Te vi un punto y, flotando ante mis ojos,
la imagen de tus ojos se quedó,
como la mancha oscura, orlada en fuego,
que flota y ciega si se mira al sol.

Adonde quiera que la vista clavo
torno a ver sus pupilas llamear;
y no te encuentro a ti; no, es tu mirada;
unos ojos, los tuyos, nada más.

De mi alcoba en el ángulo los miro
desasidos, fantásticos lucir;
cuando duermo los siento que se ciernen
de par en par abiertos sobre mí.

Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche
llevan al caminante a perecer;
yo me siento arrastrado por tus ojos,
pero adónde me arrastran, no lo sé.


Este poema pertenece al poeta romántico español Gustavo Adolfo Bécquer, y se encuentra dentro de su composición poética cumbre, Rimas, siendo ésta la número XIV y se formando parte de las rimas amorosas.

Así, la voz poética comienza hablando en primera persona dirigiéndose a un  al que ha visto recientemente y de cuyos ojos se ha quedado prendado. Hace un primer símil al comparar dichos ojos con una mancha oscura, para explicar hiperbólicamente mediante metáforas cómo se ha quedado grabado en su memoria ("orlada en el fuego, que flota y ciega si se mira al sol") y el gran impacto que han causado en él. 

En la segunda estrofa, explica también cómo esos ojos le persiguen adonde quiera que vaya de tal manera que no puede sacárselos de su mente, no puede dejar de pensar en ellos; mas va un paso más allá e introduce que sí es cierto que ve esos ojos, pero no ve la mirada. Esto es un dato muy relevante ya que lo que realmente habría cautivado al yo poético para que se haya enamorado tan fugaz y fuertemente fue la mirada de la persona en cuestión y los sentimientos que ésta le transmitía, que aparentemente ha desaparecido o al menos disminuído dejando sólo los órganos, como si en un cuerpo se esfumase el alma de la persona de tal manera que sólo quedase eso, cuerpo.

Posteriormente, la voz se traslada esta vez a su habitación, donde sigue contemplando esos ojos que continúan sin abandonarle, pero esta vez se encuentran desasidos, es decir: desinteresados, desapegados; y vuelve a hacer hincapié en lo mucho que le persiguen a él al afirmar que le contemplan hasta mientras duerme.

Por último, la cuarta y última estrofa, hace nombra a los fuegos fatuos, definidos como inflamaciones de ciertas materias que se elevan de las sustancias animales o vegetales en putrefacción formando pequeñas llamas que se observan en el aire, refiriéndose con esos fuegos a los ojos -que son el símbolo principal del poema- que afirma que "llevan al caminante a perecer", es decir: que matan. Así, como explica en los dos últimos versos a modo de conclusión, él se identifica con dicho caminante y se siente arrastrado por los ojos, pero desconcertado a la vez por no saber exactamente qué es lo que le lleva a estar en esa situación, no comprende cuál será el final de ese camino, no sabe cómo va a acabar esa historia. 

Con este poema tan breve y sencillo, Bécquer es capaz de transmitir gracias a recursos como sus magníficas metáforas, comparaciones, un vocabulario específico que agrupado produce cierto placer auditivo gracias también a ese tono que consigue mediante algún hipérbaton y combinando cortas frases con oraciones que ocupan hasta dos versos, hacer una hermosa composición en la que destaca un símbolo en especial, los ojos, y donde explica al lector cómo se siente hacia ellos, consiguiendo que éste sea capaz de entenderle, comprenderle, y disfrutarlo. 

miércoles, 21 de junio de 2017

Mark

Trainspotting es una novela de 1993 escrita por el británico Irvine Welsh. El autor consigue, mediante un lenguaje coloquial con abundantes vulgarismos, recrear unas imágenes que reflejan en su totalidad la Escocia de la época, donde la sociedad está estrictamente relacionada con las drogas, el alcohol, sus consecuencias y un estilo de vida bastante catastrófico.
El argumento de la novela trata de un grupo de chicos, los chicos del jaco como se hacen llamar que, efectivamente, se encuentran todos en una situación de adicción a la heroína aunque también es cierto que no sólo consumen dicha droga, sino que además beben alcohol frecuentemente y sin moderación, toman otros tipos de drogas y todo esto mientras están de fiesta en el mejor de los casos o, incluso incumpliendo la ley. Todos disfrutan este estilo de vida, les divierte, les hace felices. Menos uno. Renton, al igual que Sick Boy, Begbie o el resto, como se ha dicho anteriormente sigue ese estilo de vida descontrolado, mas él llega más allá. Se infravalora muchísimo a sí mismo, pero el libro refleja, además de esas crudas imágenes de una generación perdida, la mente de Mark, todo lo que él llega a pensar aunque no sea consciente de ellos. Es el personaje más profundo de la obra ya que, a diferencia de los otros, él a pesar de estar sumido en esa vida, quiere salir de ella, pero ya no encuentra fuerzas. En los dilemas yonquis, Renton transmite desolación, desesperación, se encuentra atrapado y no sabe cómo salir, y al no tener fuerzas para ello, decide ni siquiera intentarlo. De esta manera cuando finalmente tiene el valor de coger ese dinero, abandonar a los que en el fondo él sabía que no podía considerar amigos e irse lejos para comenzar una nueva vida, el lector -y sobre todo si se ha encariñado con el personaje- se da cuenta y, es más, disfruta de la evolución que ha tenido éste a lo largo de la obra, de tal manera que ha conseguido emerger de ese pozo sin fondo en el que creía encontrarse y luchar por lo que quiere: cambiar.
En conclusión, sí es cierto que el objetivo de la novela es hacer ver que no todo es idílico, que la situación de la Escocia de la época es bastante precaria, mas adentrándose un poco más el lector es capaz de, por un momento, convertirse en Mark y entenderlo pero sobre todo, compadecerlo.

viernes, 9 de junio de 2017

En mi oficio o mi arte sombrío...



Este poema del autor británico Dylan Thomas, 1914-1953, corrobora su estilo particular, que toma como principal herencia vanguardista las imágenes donde tienen gran relevancia los sueños y lo imaginario. Así, con este pequeño fragmento cuyo esquema métrico se basa en dos estrofas de once y nueve versos respectivamente, predominando los versos heptasílabos en la versión inglesa del poema y sin una rima determinada, el autor trata de explicar al lector el porqué de su oficio, y por qué lo denomina él un arte sombrío.

En mi oficio o mi arte sombrío

ejercido en la noche silenciosa
cuando sólo la luna se enfurece
y los amantes yacen en el lecho
con todas sus tristezas en los brazos,
junto a la luz que canta yo trabajo
no por ambición ni por el pan
ni por ostentación ni por el tráfico de encantos
en escenarios de marfil,
sino por ese mínimo salario
de sus más escondidos corazones.

No para el hombre altivo

que se aparta de la luna colérica
escribo yo estas páginas de efímeras espumas,
ni para los muertos encumbrados
entre sus salmos y ruiseñores,
sino para los amantes, para sus brazos
que rodean las penas de los siglos,
que no pagan con salarios ni elogios
y no hacen caso alguno de mi oficio o mi arte.

Y su versión original en inglés:


In my craft or sullen art
Exercised in the still night
When only the moon rages
And the lovers lie abed
With all their griefs in their arms
I labour by singing light
Not for ambition or bread
Or the strut and trade of charms
On the ivory stages
But for the common wages
Of their most secret heart.

Not for the proud man apart
From the raging moon I write
On these spindrift pages
Nor for the towering dead
With their nightingales and psalms
But for the lovers, their arms
Round the griefs of the ages,
Who pay no praise or wages
Nor heed my craft or art. 



De esta manera, observamos que ya en el primer verso, Thomas nos introduce el tema que va a tratar, su trabajo, su poesía: y lo primero que nos dice de ella en los versos siguientes a través de distintas imágenes metafóricas, es que tiene lugar en un período del día concreto, la noche. Así, nos encontramos con las ya nombradas imágenes metafóricas como cuando sólo la luna se enfurece, y menciona también a una pareja que está tumbada en cama, compartiendo sus tristezas. 

Posteriormente, en los siguientes versos donde predomina el polisíndeton de la conjunción ni, da los motivos de por qué hace él ese trabajo, ese arte: y dice que la verdadera razón no es la ambición, el simple hecho de ganarse la vida, ni por ganar ningún tipo de fama (para esto, usa otra imagen bastante interesante que es el tráfico de encantos en escenarios de marfil) o cariño, sino que su verdadera recompensa es llegar al corazón de sus lectores. 
Continúa también en la segunda parte su razonamiento acerca del motivo de su oficio, haciendo referencia esta vez a elementos anteriormente nombrados, como son la luna colérica referida a ...la luna se enfurece de la primera estrofa, así como los amantes, a los que vuelve a poner como principales receptores de su poesía, la cual ni siquiera logra hacer que se desvanezca la tristeza que estos abarcan.

jueves, 11 de mayo de 2017

La cama veintinueve

La cama 29 es un relato del naturalista francés Guy de Maupassant, en el cual hace una crítica a la sociedad propia del Naturalismo, y acorde también con estas características, se centra en mayor medida en la descripción tanto física como psicológica -aunque en este ejemplo destacan las descripciones físicas, sobre todo por parte de la figura del capitán y también la de Irma cuando ya está enferma- de los personajes y también haciendo hincapié en la localización de la historia, Rouen, ante la importancia de la intriga en la trama.
Así, en este duro relato el protagonista es el Capitán Epivent, un hombre que destaca por su gran porte y su atractivo; y por esta razón conoce al otro personaje principal de la historia, Irma, cuando esta pasa delante de él con picardía en una cafetería con el objetivo de que éste se fije especialmente en ella, aunque todas las mujeres efectuaran un disimulado movimiento de cabeza para poder observar al atractivo Epivent. Finalmente Irma, que mantenía ya en realidad una especie de relación con el señor Templier-Papon, un adinerado fabricante, consigue que el Capitán se fije en ella y comienzan también una relación en la que ambos presumen el uno de el otro y de su relación, y se narra también en el relato -como un elemento nuevo- la pasión de su relación en un lenguaje muy directo; mas tras haber pasado un buen periodo de relación, el Capitán fue enviado a la guerra nada más empezar esta, abandonando así lógicamente a Irma. Al acabar la guerra, Epivent vuelve a Rouen, y recibe para su sorpresa una carta firmada por su amante -a la que había estado buscando-, pidiéndole que fuera a verla al hospital en el que se encontraba ya que había caído enferma. En un principio, él acude lo antes posible y con gran voluntad y preocupación hacia Irma, pero el sentimiento que él creía sentir hacia ella cambia cuando la enfermera le conduce a la habitación donde se encontraba, en la que destacaba un cartel sobre la puerta de entrada que tenía escrito "sifilíticas". En este momento, el tono del relato cambia completamente hasta el punto de que la propia descripción de la habitación y las mujeres que allí se encontraban le producen al lector una sensación de incomodidad e incluso repulsión hacia la escena. Cuando llega a la cama donde se encontraba Irma, la cama número 29 -de ahí el título-, se encuentra a una mujer completamente diferente a la que había dejado antes de partir a la guerra; y ella le cuenta, con gran emoción por ver por fin a su amado, que ha cogido esa horrible enfermedad ya que había sido violada por dos hombres prusianos, y añade también que continuó acostándose con esos hombres como venganza para que también ellos sufriesen al caer enfermos. El Capitán Epivent, desesperado ya por salir de esa habitación, termina por besar a Irma en la frente después de que esta se lo pidiera efusivamente en varias ocasiones. En esta imagen se produce la máxima representación del Naturalismo y el Realismo, con la dureza del vocabulario usando palabras como repugnancia y palidez como elementos que no deberían normalmente relacionarse con algo positivo como sería un beso en una pareja. La mujer pide volver a verle y el Capitán accede en un primer momento, mas después de la mala experiencia que ya había pasado en el hospital, y de los numerosos comentarios burlescos de sus compañeros al descubrir la enfermedad que padecía la que había sido su amada y sobre todo, la versión que cuentan de cómo la ha cogido, no vuelve a acudir hasta que en un último intento, Irma le ruega que vaya a verla ya que su vida no durará mucho más. El hombre acude pero en vez de consolarla y comportarse, por lo menos, amablemente, consigue que se enzarcen en una discusión cuando éste le reprocha a la mujer que le haya convertido en el hazmerreír por haberse acostado con tantos hombres en su ausencia. En este momento en el que se muestra el despreciable carácter del Capitán, el carácter de Irma cambia también a uno más duro, fuerte, cuando le contesta con dureza que ella ha matado a más enemigos que él y con más valentía, que ella ha sido la que ha conseguido efectuar una buena venganza, a diferencia de él. Finalmente, muere pocos días después.
Lo que más me ha asombrado de este relato ha sido la dureza con la que se narran los hechos y sobretodo la realidad que se refleja, la personalidad terriblemente interesada del Capitán y la fuerza que consigue desarrollar en un último momento Irma a pesar de estar enferma; un duro retrato que a diferencia del Romanticismo, nos da una visión desagradable del amor, y de las personas que lo efectúan, o afirman efectuarlo.

lunes, 17 de abril de 2017

Ojos de carbón

Ligeia, uno de los numerosos relatos de terror y suspense del escritor estadounidense romántico Edgar Allan Poe, fue publicado por primera vez en una edición de la revista American Museum el 18 de septiembre del año 1838.
Este relato corto que está narrado por una voz en primera persona que se corresponde con el protagonista de la historia que, aunque no llega a revelarse su nombre, se sabe que es el marido de la difunta Ligeia, comienza con el narrador explicando que no recuerda el primer contacto que tuvo con su mujer y tratando también temas generalizados destacando su carácter enigmático, para pasar posteriormente a una amplia descripción de la persona de Ligeia, de la que afirma que sí recuerda perfectamente, su figura alta y delgada, ligera, y después se centra en la belleza de su rostro, parándose en cada uno de sus elementos: su piel pálida, la nariz aguileña y la boca, con una hermosa sonrisa; aunque lo realmente hipnotizante del rostro de Ligeia eran sus ojos -elemento muy trascendente para el desarrollo del relato-, hace una enorme descripción de los ojos de su amada destacando su tono oscuro, negro, y su gran tamaño, pero sobretodo habla de su expresión, lo que realmente le llevaba a mirar más allá de los ojos de Ligeia. Aparte de la prosopografía, el narrador habla también de la gran inteligencia de su amada, que nunca llegó a encontrar tal nivel en otra persona, destacando entre otras cosas su gran conocimiento de las lenguas clásicas y también su historia.
Tras la descripción de su esposa, el narrador prosigue haciendo un resumen del desarrollo de la enfermedad de Ligeia, cómo todas esas cualidades que daban brillo a su figura fueron apagándose paulatinamente y asimismo, apagándola a ella hasta el momento final de su vida, que él recuerda con una inmensa tristeza ya que se mantuvo a su lado hasta el último momento, rigiendo todas las peticiones que la enferma Ligeia le pedía, destacando la lectura de un poema que ella había escrito poco antes.
A partir de ese momento, el narrador se introduce en su segundo matrimonio, esta vez con Rowena Trevanion de Tremaine, una mujer de la cual se destacan sus ojos azules y su cabello rubio. Destaca también de su relación la total falta de amor y cariño en comparación al que sentía en su primer matrimonio, aunque este último tampoco fue demasiado longevo ya que al segundo mes de matrimonio, Rowena cayó también enferma, y tras varias recaídas, en un momento en el que la mujer está a punto de desmayarse tras sufrir ansiedad y estar febril, el narrador le sirve un vino que le habían recomendado los médicos; mas mientras ésta se lo bebe y él la observa, -afectado por el opio- distingue un "líquido brillante color rubí" derramándose sobre la copa, y tras este acto la mujer empeora notablemente hasta el punto de llegar a su destino inexorable: la muerte. De esta manera, es envuelta con mantos, preparada para ser enterrada, y se encontraba reposando en el lecho mientras su marido la observaba, aunque su pensamiento seguía concentrado en Ligeia. En este momento es cuando comienza el tono angustioso, la verdadera intriga de la historia, ya que el narrador afirma ver como diferentes partes del cuerpo de su difunta esposa cobran movimiento, o se ruboriza su piel, hasta que finalmente, sentado en frente al ya nombrado lecho, observa cómo el cuerpo inerte de su esposa sale del lecho y se levanta, caminando hacia él, mas cuando finalmente se encuentran en una ínfima distancia y el manto que cubría su cuerpo se disipa, no encuentra unos cabellos rubios ni unos ojos azules, sino el cabello oscuro y los negros, grandes y expresivos ojos de su amada, Ligeia.
Destacan en este maravilloso y logradísimo relato numerosos recursos estilísticos como metáforas, preguntas retóricas o comparaciones, pero lo realmente relevante es el uso de un vocabulario y sobre todo un tono oscuro, sombrío, con el que el lector logra empatizarse con la tristeza del narrador ante la muerte de su esposa, así como un aceleramiento del mismo tono en el final de la historia, aumentando la tensión y la intriga y teniendo como clímax final las exclamaciones del protagonista cuando reconoce a la mujer que realmente ama en el cuerpo que creía muerto. Poe hace también numerosas referencias a personajes de diferentes mitologías, destacando la egipcia y la griega, con figuras como Ashtophet o la isla de Delos, entre otras.
Este relato, aunque Poe cobrara en su momento unos míseros diez dólares, ha sido llevada al cine en dos ocasiones,  la primera en 1964 bajo el nombre de La Tumba de Ligeia, dirigida por Roger Corman; y la segunda, más reciente, en 2009 dirigida por Michael Staininger, bajo el nombre de Ligeia.

martes, 21 de marzo de 2017

Día mundial de la poesía

El primer Día Mundial de la Poesía fue declarado por la Unesco un tal día como hoy hace 18 años, es decir: el 21 de marzo de 1999, coincidiendo con el equinoccio de primavera. Su objetivo principal era tanto impulsar como preservar este género literario tan poco apreciado habitualmente por la gente que, desde mi opinión, es el -aunque el más complejo- el más bello y el  ideal para cumplir la función pricipal de la literatura: transmitir sentimientos.
Y es que en la poesía no se transmiten dichos sentimientos únicamente en el momento de la lectura, al leer y entender lo que sea que el autor o autora esté tratando de transmitirnos, sino que la propia belleza del texto propuesto, el arte con el que todas y cada unas de las palabras que componen dicho poema estén colocadas y elegidas estratégicamente en una estructura métrica particular... Y por si no fuera suficiente la belleza que algunas palabras llevan consigo indirecta e inexorablemente, a ese conjunto de palabras perfectamente agrupadas se le suma la magia que suponen los recursos retóricos: a cualquier persona debería parecerle fascinante la capacidad de entender y sobretodo elaborar, por ejemplo, un verso en el cual una realidad se exprese mediante otra realidad distinta con la que tiene tan solo una cierta relación de semejanza; o el placer auditivo que produce una aliteración bien lograda; o sentir el poema a pesar sin tener la necesidad de estar recitándolo tú mismo gracias a que el autor haya elegido un tono adecuado; o los innumerables juegos de palabras... Y sobretodo, algo tan simple como es el hecho de tener la imaginación suficiente para que podamos transportarnos mentalmente a un mundo nuevo, que un texto, a parte de la belleza que suponga, tenga la capacidad de hacernos imaginar la imagen de la que se está hablando, y que seamos capaces de llegar a esa imagen gracias a ir analizando cada palabra, cada verso, cada estrofa y cada recurso... Es realmente mágico. 
Neruda dijo que la poesía nace del dolor, y es cierto a veces que escribir en un mal momento es una forma magnífica de liberarse de esos males, mas la poesía sirve también para "definir" conceptos que realmente no podrían definirse racionalmente, es decir: emociones y sentimientos. Una persona va a entender mejor el amor si lee un poema en el que se describa cualquier estado en la fase de enamoramiento -o bien tras esta- que si lo busca en un diccionario. Lo mismo con la tristeza, con el miedo, con todos los sentimientos que una persona pueda imaginarse, la poesía ha abarcado absolutamente todos las emociones posibles. Es un medio de liberación del alma, y aunque también se podría expresar eso mediante el resto de los géneros... No se conseguiría el mismo éxito que mediante la poesía. La poesía es algo personal, íntimo. La poesía es emoción, uno de los sentimientos más profundos que una persona puede experimentar es el sentirse identificado con un poema: que alguien escriba lo que tú mismo estás sientiendo y a lo mejor ni siquiera te habías percatado de que realmente era así; o simplemente porque leer ese poema, sentir como algo dentro de ti se derrite, se desmorona, se prende por la belleza que supone esa composición... Es algo que todas las personas deberían poder experimentar, verdadera magia.
Por último, dejaré algunos de los poemas con los que yo he experimentado dicho sentimiento: 

 ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Que es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.

Rima XXI, Gustavo Adolfo Bécquer.



Vivir, Lesbia, y amar. Vamos a ello.
Los chismes de los viejos amargados
nos tienen que importar menos que nada.
Puede ponerse el sol, salir de nuevo,
pero la breve luz de nuestros días
una vez que se apague será noche
que habremos de dormir, interminable.
Dame mil besos ya, dame cien luego,
y más tarde otros mil y otra centena,
y mil más y cien más todos seguidos,
y, al fin, cuando sumemos muchos miles,
los desordenaremos. Ni siquiera
nosotros lo sepamos. Que no pueda
un envidioso echarnos mal de ojo
si conoce el total de nuestros besos.
 
Catulo, Carmina, V

Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.

El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.

Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría

mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.

A mi buitre, Miguel de Unamuno


No tengo paz ni puedo hacer la guerra;
temo y espero, y del ardor al hielo paso,
y vuelo para el cielo, bajo a la tierra,
nada aprieto, y a todo el mundo abrazo.

Prisión que no se cierra ni des-cierra,
No me detiene ni suelta el duro lazo;
entre libre y sumisa el alma errante,
no es vivo ni muerto el cuerpo lacio.

Veo sin ojos, grito en vano;
sueño morir y ayuda imploro;
a mí me odio y a otros después amo.

Me alimenta el dolor y llorando reí;
La muerte y la vida al fin deploro:
En este estado estoy, mujer, por tí.

Francesco Petrarca
 Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban,
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.
Más en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes.
Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.

Los ángeles muertos, R. Alberti

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...

Lo fatal, Rubén Darío
 
 

lunes, 20 de marzo de 2017

Filosofía del amor

En este breve poema, el revolucionario autor romántico inglés Percy Bysshe Shelley (1792-1822) muestra su descontento ante la falta de amor por parte de su enamorada comparándolo con elementos de la naturaleza, siendo estos dos el tema y subtema, respectivamente. En esta composición, Shelley hace una perfecta aunque concisa descripción de la idea del amor concebida por los románticos. 
Así, en este poema que se compone de dos estrofas de ocho versos cada una, nos encontramos con numerosísimas referencias a elementos de la naturaleza y asimismo con abundantes personificaciones de estos ("los vientos celestes se mezclan (...) con calma emoción...", "las montañas besan al Cielo..."), y también referida a estos elementos naturales una metáfora (´"¿Qué flor sería perdonada si menospreciase a su hermano?") ; mas también, al final de cada estrofa se encuentra una interrogación retórica, que son las que nos indican el tema del poema: 
En la primera estrofa, se narra cómo todos los elementos tienen relación entre sí, cómo se fusionan, cómo tienen necesidad los unos de los otros, y concluye haciendo una explicación de cómo "nada es singular en el mundo": todo necesita algo con lo que juntarse, mezclarse, fundir su alma. De esta manera, en esa primera interrogación retórica ("¿Por qué no el mío con el tuyo?") el autor expresa una primera lamentación, en la cual se pregunta por qué él no puede fundirse con su amada, es decir: por qué no puede estar con ella, si todo en este mundo necesita, en teoría, algo a lo que juntarse y con lo que fusionarse.
Posteriormente en la segunda estrofa, Shelley continúa con la enumeración de elementos naturales que se fusionan, de nuevo con personificaciones y metáforas; y vuelve a terminar la estrofa, finalmente, con una segunda interrogación retórica, en la cual se cuestiona esta vez el sentido de todos esos elementos y sus fusiones antes nombradas si, al fin y al cabo, él no puede amarla en la manera que él querría: hace una hipérbole de sus sentimientos, elevándolos hasta el punto de que nada tiene un verdadero sentido si no puede estar con ella.