martes, 21 de marzo de 2017

Día mundial de la poesía

El primer Día Mundial de la Poesía fue declarado por la Unesco un tal día como hoy hace 18 años, es decir: el 21 de marzo de 1999, coincidiendo con el equinoccio de primavera. Su objetivo principal era tanto impulsar como preservar este género literario tan poco apreciado habitualmente por la gente que, desde mi opinión, es el -aunque el más complejo- el más bello y el  ideal para cumplir la función pricipal de la literatura: transmitir sentimientos.
Y es que en la poesía no se transmiten dichos sentimientos únicamente en el momento de la lectura, al leer y entender lo que sea que el autor o autora esté tratando de transmitirnos, sino que la propia belleza del texto propuesto, el arte con el que todas y cada unas de las palabras que componen dicho poema estén colocadas y elegidas estratégicamente en una estructura métrica particular... Y por si no fuera suficiente la belleza que algunas palabras llevan consigo indirecta e inexorablemente, a ese conjunto de palabras perfectamente agrupadas se le suma la magia que suponen los recursos retóricos: a cualquier persona debería parecerle fascinante la capacidad de entender y sobretodo elaborar, por ejemplo, un verso en el cual una realidad se exprese mediante otra realidad distinta con la que tiene tan solo una cierta relación de semejanza; o el placer auditivo que produce una aliteración bien lograda; o sentir el poema a pesar sin tener la necesidad de estar recitándolo tú mismo gracias a que el autor haya elegido un tono adecuado; o los innumerables juegos de palabras... Y sobretodo, algo tan simple como es el hecho de tener la imaginación suficiente para que podamos transportarnos mentalmente a un mundo nuevo, que un texto, a parte de la belleza que suponga, tenga la capacidad de hacernos imaginar la imagen de la que se está hablando, y que seamos capaces de llegar a esa imagen gracias a ir analizando cada palabra, cada verso, cada estrofa y cada recurso... Es realmente mágico. 
Neruda dijo que la poesía nace del dolor, y es cierto a veces que escribir en un mal momento es una forma magnífica de liberarse de esos males, mas la poesía sirve también para "definir" conceptos que realmente no podrían definirse racionalmente, es decir: emociones y sentimientos. Una persona va a entender mejor el amor si lee un poema en el que se describa cualquier estado en la fase de enamoramiento -o bien tras esta- que si lo busca en un diccionario. Lo mismo con la tristeza, con el miedo, con todos los sentimientos que una persona pueda imaginarse, la poesía ha abarcado absolutamente todos las emociones posibles. Es un medio de liberación del alma, y aunque también se podría expresar eso mediante el resto de los géneros... No se conseguiría el mismo éxito que mediante la poesía. La poesía es algo personal, íntimo. La poesía es emoción, uno de los sentimientos más profundos que una persona puede experimentar es el sentirse identificado con un poema: que alguien escriba lo que tú mismo estás sientiendo y a lo mejor ni siquiera te habías percatado de que realmente era así; o simplemente porque leer ese poema, sentir como algo dentro de ti se derrite, se desmorona, se prende por la belleza que supone esa composición... Es algo que todas las personas deberían poder experimentar, verdadera magia.
Por último, dejaré algunos de los poemas con los que yo he experimentado dicho sentimiento: 

 ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Que es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.

Rima XXI, Gustavo Adolfo Bécquer.



Vivir, Lesbia, y amar. Vamos a ello.
Los chismes de los viejos amargados
nos tienen que importar menos que nada.
Puede ponerse el sol, salir de nuevo,
pero la breve luz de nuestros días
una vez que se apague será noche
que habremos de dormir, interminable.
Dame mil besos ya, dame cien luego,
y más tarde otros mil y otra centena,
y mil más y cien más todos seguidos,
y, al fin, cuando sumemos muchos miles,
los desordenaremos. Ni siquiera
nosotros lo sepamos. Que no pueda
un envidioso echarnos mal de ojo
si conoce el total de nuestros besos.
 
Catulo, Carmina, V

Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.

El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.

Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría

mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.

A mi buitre, Miguel de Unamuno


No tengo paz ni puedo hacer la guerra;
temo y espero, y del ardor al hielo paso,
y vuelo para el cielo, bajo a la tierra,
nada aprieto, y a todo el mundo abrazo.

Prisión que no se cierra ni des-cierra,
No me detiene ni suelta el duro lazo;
entre libre y sumisa el alma errante,
no es vivo ni muerto el cuerpo lacio.

Veo sin ojos, grito en vano;
sueño morir y ayuda imploro;
a mí me odio y a otros después amo.

Me alimenta el dolor y llorando reí;
La muerte y la vida al fin deploro:
En este estado estoy, mujer, por tí.

Francesco Petrarca
 Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban,
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.
Más en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes.
Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.

Los ángeles muertos, R. Alberti

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...

Lo fatal, Rubén Darío
 
 

lunes, 20 de marzo de 2017

Filosofía del amor

En este breve poema, el revolucionario autor romántico inglés Percy Bysshe Shelley (1792-1822) muestra su descontento ante la falta de amor por parte de su enamorada comparándolo con elementos de la naturaleza, siendo estos dos el tema y subtema, respectivamente. En esta composición, Shelley hace una perfecta aunque concisa descripción de la idea del amor concebida por los románticos. 
Así, en este poema que se compone de dos estrofas de ocho versos cada una, nos encontramos con numerosísimas referencias a elementos de la naturaleza y asimismo con abundantes personificaciones de estos ("los vientos celestes se mezclan (...) con calma emoción...", "las montañas besan al Cielo..."), y también referida a estos elementos naturales una metáfora (´"¿Qué flor sería perdonada si menospreciase a su hermano?") ; mas también, al final de cada estrofa se encuentra una interrogación retórica, que son las que nos indican el tema del poema: 
En la primera estrofa, se narra cómo todos los elementos tienen relación entre sí, cómo se fusionan, cómo tienen necesidad los unos de los otros, y concluye haciendo una explicación de cómo "nada es singular en el mundo": todo necesita algo con lo que juntarse, mezclarse, fundir su alma. De esta manera, en esa primera interrogación retórica ("¿Por qué no el mío con el tuyo?") el autor expresa una primera lamentación, en la cual se pregunta por qué él no puede fundirse con su amada, es decir: por qué no puede estar con ella, si todo en este mundo necesita, en teoría, algo a lo que juntarse y con lo que fusionarse.
Posteriormente en la segunda estrofa, Shelley continúa con la enumeración de elementos naturales que se fusionan, de nuevo con personificaciones y metáforas; y vuelve a terminar la estrofa, finalmente, con una segunda interrogación retórica, en la cual se cuestiona esta vez el sentido de todos esos elementos y sus fusiones antes nombradas si, al fin y al cabo, él no puede amarla en la manera que él querría: hace una hipérbole de sus sentimientos, elevándolos hasta el punto de que nada tiene un verdadero sentido si no puede estar con ella.

sábado, 11 de marzo de 2017

Robinson Crusoe

En este fragmento de la novela Robinson Crusoe , clasificada dentro de la novela filosófica y didáctica y perteneciente a la Ilustración, o bien Siglo de las Luces -denominado así al sigo XVIII por la riqueza de obras como estudios, tratados, etc, buscan profundizar en el conocimiento en todas sus formas-; se trata la estancia del protagonista en la isla, en forma de diario que el propio Robinson escribe, en un periodo del primer día de mayo, hasta el veintiocho de junio, aunque no escribe todos los días y tampoco lo hace siempre con la misma extensión y/o precisión los días que sí escribe. 

Así, se comienza mostrando la sorpresa de Robinson al llegar de nuevo a su barco, descubriendo que éste había cambiado de lugar y que se había llenado de arena; y tras este descubrimiento, el protagonista deja de lado el proyecto que tenía vigente -mudar su vivienda- para tratar de encontrar una manera de poder trasladarse de nuevo al barco, y a partir de esto, dedica su tiempo a cortar pedazos del barco que considera que le pueden ser útiles, y también a vacíar la arena que ocupaba su interior. 
Al día siguiente, abandona el proyecto del barco para dedicarse a la pesca, en la que se puede observar que tiene habilidad ya que dice que "a menudo cogía suficientes peces", y en esta ocasión en particular, consigue cazar un pequeño delfín.

Ya en junio, se encuentra casualemente con una tortuga, y, tras hacer una pequeña reflexión sobre su mala suerte, la cocina. Después de esto, encuentra también dentro del propio animal una gran cantidad de huevos, y mientras está degustando el primer alimento que no fuesen "cabras y aves", vuelve a hacer una reflexión: esta vez sobre la felicidad que le produce ese alimento, extrañando tanto ese tipo de degustaciones hasta el punto de declarar que le "parecía la más sabrosa y gustosa que había probado en mi vida". 
En los días posteriores, las anotaciones en su diario se acortan notablemente ya que Robinson cae enfermo tras un pequeño temporal, lo que produce en él numerosos momentos en los que muestra su temor ante la muerte, y sobretodo, su temor a terminar su vida solo, y en ese espantoso lugar sin oportunidad de haber salido de éste. 
Vuelve a empeorar tras una ligera mejoría, pero finalmente el veintiocho de junio muestra ya una condición un poco mejor, narrando así que ya consigue levantarse y que posee fuerzas para buscar un modo de fortalecerse aún más y resguardarse de otra posible recaída -a la cual también muestra temor-; mas tras haber cenado y tras haber pedido a Dios que bendijera sus alimentos (este detalle es importante ya que refuerza una vez más el temor del protagonista a recaer enfermo, por lo que se puede suponer que lo ha pasado realmente mal), desiste al carecer de nuevo de fuerzas y decide simplemente sentarse en la arena, donde hace una reflexión muy profunda respecto al origen del lugar en el que se encuentra y qué son tanto el lugar como los elementos de éste, asimismo como qué es él, y el resto de animales que existen; y, como último paso de su reflexión gradativa, se hace la gran pregunta: ¿Quién ha creado todo lo que existe, incluído él mismo y el lugar que habita?